Busco el ruido de las plazas, busco en las calles de ciudades que ya no conozco.Guardo una tarde de sol por si hace falta, ese es un tesoro que nadie podrá arrebatarme. Manolo García

jueves, 7 de julio de 2005

Otra vez. Lo siento Londres

Hoy en Londres debía de ser un dia de felicidad y comentarios en el trabajo sobre la organización de los Juegos Olimpicos de 2012. A alguien le ha interesado joderlo. A las alturas de la partida que estamos viviendo ya da igual quien. Como es normal quien haya sido no ha ido a ponerles las bombas a Blair, Bush & Co sino se ha ido a cuatro estaciones de metro llenas de gente trabajadora. Que no se me entienda mal, veo penoso, patético y deleznable ponerle una bomba a nadie, pero es que además veo cobarde ponersela al pueblo en vez de a los dirigentes. Contra el pueblo todo es más fácil, la seguridad blinda a los dirigente como es normal, y esto hace que se ataque al más débil...y lo veamos como lo veamos esto sólo hace al terrorismo más cobarde. Si cabe.

He dicho que a estas alturas de la partida da igual quien sea...y es cierto, aunque si me gustaria saber sus motivos, que me explicara que mal ha hecho alguno de los 90 heridos y 1 muerto (según la BBC a las 12.20h). La historia se repite, y para mal. Menos mal que en G.B. no se terminaran echando los perros los partidos políticos como aquí, allí incluso se apoyaran si hace falta y dimitirá alguien si la situación lo requiere.

Por último comentar que esta triste mañana me ha traido el recuerdo de otra triste mañana de hace ya algún tiempo, y unido a todo esto por la conexión de las ciudades, las fechas y los Juegos Olimpicos una pregunta al Principe de Mónaco: ¿Te das cuenta ahora por qué fue tan irresponsable, triste, soez y fuera de lugar tu pregunta ayer? Ojalá te arrepientas. Lo triste es que tenga que pasar algo así para que lo hagas.

Un día cualquiera

Era un día de primeros de Julio en una ciudad del levante de España. Una ciudad que en los ultimos años había crecido a la sombra de una bonanza económica, quizá demasiado. La cultura del ladrillo imperaba en esos días, en esos años.

Pero como cada verano nada de eso importaba. La gente hablaba del cielo. Y se referian a él con dos palabras repetidas mil y una veces: Calor. Agua.

Ocurrian otras cosas en el país. Un país que llevaba meses centrado en conseguir los Juegos Olímpicos de 2012, pero en aquellos días pasaban pequeñas cosas importantes alejadas de esto, alejadas de la historia de la ciudad, quizá alejadas de la realidad.

En el nuevo campus de su vieja Universidad se vivía frenéticamente, había un ambiente especial, quedaban los últimos exámenes de la convocatoria de Junio y se apreciaba el cansancio. Todas las personas allí presentes empezaban a sentir la necesidad de respirar, de ser libres, de tener vacaciones. Y con esos sentimientos se afrontaba el final. Para algunos el final de su carrera, para otros el final de un curso...y para otros el final del principio.

Ese sentimiento es el que llevaba a algunos a estar apáticos, deseosos de que todo se acabe, pero con la mente puesta en que acabar era empezar de nuevo. Empezar a estudiar, a hacer prácticas, a trabajar en proyectos aparcados durante meses. Y todo ello en sólo 48 días.

Todos los años se sucedia igual, no debía extrañar a nadie, pero ese día uno de tantos estudiantes lo veía distinto. No pensaba en su siguiente examen que se sucedería en horas; como una de tantas veces pensaba en el último. Un último examen que era obligado aprobar, que no admitia posibles fallos. Había demasiados flecos sueltos para Septiembre, y no podía permitirse uno más, o quizá lo que no quería era empezar de nuevo con la sensación de fracaso.

Pero ese día no le importaba nada de esto a nuestro estudiante, no estaba apático por los examenes, o quizá sí. Ese día no estaba apático por saber que volvía a quedarse sin vacaciones o quizá sí. Más tarde se daria cuenta que no era del todo cierto, que iba a pasar una de sus mejores vacaciones. Cortas, pero apasionantes. Aunque en ese momento nada de eso importaba, la sensación que tenía era esa, pensaba que tenía dos meses por delante de estudio. Y eso es lo que contaba.

Intentaba descubrir el porqué. El porqué de tantas cosas ese día era más importante de lo normal y como hacia en los ultimos meses cuando pensaba en el porqué de las cosas escuchaba una tarde de Sol. Una de esas canciones que le gustaba escuchar en la tranquilidad de su habitación, sin gente, sin ruido, casi sin música.

Y en esas se quedo dormido, no tendria ni tiempo de soñar; al día siguiente se encontraría con un folío en blanco. Un folio que quizá no se rellenaria correctamente pero que en el fondo de su alma sabía que lo rellenaria mejor algún día. Seguro.

Una tarde de Sol.

Dedicado a las pequeñas cosas.
Cada día estoy más convencido que los detalles son importantes, quizá los pequeños detalles nos afectan más de lo que pensabamos y los escondemos pensando en nuestros grandes problemas. Lo importante es saber vivirlos lo mejor posible cuando son malos y disfrutarlos tremendamente cuando son buenos. Como todo, como la vida.